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Dicen que a cierta edad nos tornamos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos "descartables" para un mundo avasallado por el ímpetu de los años jóvenes...
Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora,nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto y tan plenamente de cada momento de mi existencia.
Sé que no soy una princesa de cuento de hadas, y descubrí al simple ser humano que sencillamente soy, con todo su equipaje de miserias y grandezas (las miserias y grandezas son totalmente subjetivas, y como todos, tengo unas cuantas)
Ahora puedo permitirme no ser perfecta, tener defectos, debilidades, equivocarme, hacer "cosas indebidas"...no responder a las expectativas de los demás.
Y a pesar de ello.... ¡aceptarme y quererme!.
Al mirarme al espejo ya no busco a la que mujercita que fui... ¡le sonrío a la mujer que soy....! ¡Me gusto!
Rememoro con afecto el camino andado, ... contradicciones, rebeldías, certezas incuestionables, ensoñaciones, amores.
Con ternura y cariño la dejo mirarme desde su lugar en "la cajita de los recuerdos del alma" ...
Ese mundo de ilusiones y fantasías fue maravilloso, aunque a veces también doloroso, y ahora son parte de un pasado que ya no tiene futuro (sigo no creyendo en el futuro)
¡Qué bueno es vivir sin perder ninguna etapa y aceptar las que van llegando, dejar lugar a esa nueva intensidad y plenitud con que me sorprenderá la vida!
¡Qué bueno es no sentir el desasosiego que se produce al empeñarse en correr tras los sueños...!