miércoles, 9 de diciembre de 2009

El poder de un abrazo


Piel pálida. La circulación escondida, asustada por la realidad, ha huido a refugiarse en quizás, las capas más internas de mi piel. No quiere estar en contacto con lo que ocurre. La sensación de lo que le sucede a la mente y al cuerpo es difícil de soportar, de sobrellevar, de resistir, de superar. El pozo anímico ha sido construido poco a poco, casi imperceptiblemente, bajando, bajando... Silencio. Oscuridad. Agobio. El peso de las piernas y de los brazos inmóviles evidencia la impotencia del malestar psíquico que se ha apropiado de los miembros de avance. Lo emocional también pesa tanto como un yunque de hierro oxidado por el tiempo, sin haber podido oxigenar mis pensamientos, mis sentimientos, mi sangre, sabia vital de nuestras vidas, de nuestras ideas...

Las ganas de salir han partido junto con las ganas de oír, de escuchar, de tocar y de ser tocada. El verbo disfrutar ha sido borrado, no existe, no está, no lo recuerdo, no se dónde lo puedo encontrar. Hace tanto tiempo...


Y yo lo que necesitaba era un abrazo amigo...

sábado, 5 de diciembre de 2009

¡Hasta siempre!


He terminado mi relación de amante con el que posiblemente fuera el hombre de mi vida... Me cuesta encajarlo y seguiré amándolo, pero había llegado la hora de poner punto y final a una historia de amor tan especial.


Éste es un fragmento de la novela Once minutos de Paulo Coelho, con la que me siento identificada, y que hoy recordé:


"Me sentí defraudada cuando perdí a los hombres que amé, pero luego me di cuenta que nadie posee a nadie y no puedes perder lo que no posees. La libertad de amar se basa en eso, en tener a quien necesitas libre y sin poseerlo"